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¿Corres hacia Dios o huyes de Él?

Es interesante ver en el libro del profeta Jonás cómo, cuando decidió huir de Dios, se dirigió siempre hacia abajo (lee el capítulo 1 y 2 de Jonás).

Un camino que desciende

Quien corre lejos de Dios toma un camino que desciende, a veces hasta profundidades de tristeza y confusión:

Descendió a Jope […] (Jon. 1.3b RVC)

[…] había bajado al interior de la nave y se había echado a dormir. (Jon. 1:5c RVC)

Entonces tomaron a Jonás y lo arrojaron al mar. (Jon. 1.15a RVC)

Incluso Jonás, en el vientre de un gran pez, reconoce la profundidad hasta la que había descendido:

El abismo me envolvió […]. Bajé hasta los cimientos de los montes; la tierra echó para siempre sus cerrojos sobre mí. (Jon. 2.5, 6 RVC)

El camino del ascenso

En el fondo de su huida infructuosa, Jonás se acordó del Señor, y entonces, inició su camino de regreso a la superficie:

Cuando dentro de mí desfallecía mi alma, me acordé de ti, Señor, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo templo.

[…]

Y el Señor ordenó al pez que vomitara a Jonás en tierra. (Jon. 2.7, 10 RVC)

El mismo pez que llevó a Jonás hasta la más profunda oscuridad del mar, lo llevó luego hasta la playa.

Y tú, ¿hacia dónde te diriges?

Seguramente has escuchado ya el llamado de Dios como Jonás lo escuchó (Jon. 1.2 RVC). Es tu decisión emprender el camino descendente de una huida que no te llevará a ninguna parte —pues de Dios nadie puede esconderse (Sal. 139.7-12)— u obedecer y correr hacia Él. Quien camina en obediencia a Dios, camina en amistad con Él:

Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. (Jn. 15.14 RVC)

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